Historia del caracol.
Para el caracol, aún cansado de hacer camino todo el día, el cielo nocturno y despejado es buen pretexto para tejer. El caracol sabe que tejer es algo que se hace desde el corazón. Le encanta salir de su concha en la noche y unir estrellas con hilos de silencio y agujas de esperanza (de esas agujas de experiencia largas, que se hacen con los pies, que se caminan pues), bastante sabe de eso el pequeño acorazado.
Sabe bien qué su transparente y perenne baba será el único vestigio, la evidencia del trecho andado y se le va la tarde en saborear los caminos. A veces vuelve el mirar hacia atrás, entonces: llora o rie, las mas de las veces suspira. No puede evitar la espirulica nostalgia al mirar la bóveda celeste salpicada de luces. Sabe certeramente qué aquellas luces prendidas del cielo son solo ecos de soles ya muertos. El caracol suspira , suspira mucho por la belleza del pasado.
A veces se acaban los caminos y hay que dar vuelta , pero nunca un paso atras. A pesar de los múltiples caminos afuera derruidos el bulboso caracol sigue cual espiral destino tejiendo historias de estrellas en sus adentros.
Para aquel lento, tejedor y paciente caracol justo así se amplían los espacios interiores: habitando los adentros, incluso los más oscuros.
Y aun sin boca, sonríe enteramente desde el centro en espiral. Pues el caracol de esta historia a hecho que cada uno de sus pasos sea un estirarse desde el corazón.
Es así como da cada paso con amor.
E.S.