Cura

jueves, 7 de diciembre de 2017


La montaña rechina, se agrietan sus faldas ,
un corazón del tiempo que fue desde siempre olvido, ¿u omisión?
Detrás de la milpa el horizonte y su sueño. Vuela en picada la razón, se clava entre cantos rodados y caracoles de húmedos huecos.

Cantan las sirenas sobre el río desbocado, y parecen marea esos temblores mudos del corazón.


Aquí huele a naranja, ropa húmeda y olvidos. Del llanto la única culpa es de mi tacto pues nunca olvida.
Es tan grande la memoria, tan prodigiosa en su mar de cantos. La tarde tiene sonrisa de niño. Mi cuerpo suda pero traigo un frío que me cuaja las entrañas.
Esa sensación de ser siempre olvido... y aunque es dolor constante el paso, mi voluntad es mas grande.
Una llama serena soy , una espiral que crece expandiendo en curva su sonrisa.
La calma me cubre, me perdono.
Tanta letra , mi cabeza hormiguero ...
Tanto dentro, mi pecho siempre campo de batalla.
Y el tiempo me cubre , desde la montaña y sus horizontes de aurora azul: mi bautismo de fuego herrante.
Sólo soy y me basto.
Muerde brava la serpiente de agua mis ojos.
Y los pájaros azules me brotan desde la garganta.
Mi corazón flor amarilla , que gira al sol , es.
Ahora mismo mis pies extrañan sus huaraches y dos o tres sonrisas.

0 comentarios:

Publicar un comentario