La babosa, animal sutil,
se recrea en jardines impávidos
tiene humedad de musgo, acuosidad
de vida a medio hacerse. Es apenas
un frágil caracol en proyecto,
como anuncio de algo que aún no existe.
En su moroso edén de baba proclama
que andar por este mundo significa
ir dejando pedazos de uno mismo
en el viaje.
La babosa se gasta dando vueltas
a su espiral. Lleva a cuestas
su paranoia, aplastante
condición de su ser.
Nadie quiere a esta plaga insulsa
que a ras de tierra o en paredes
lamenta una vida que no pidió.
Pobrecita, es tan supersticiosa;
teme (justificadamente)
que alguien venga y le eche la sal.
José Emilio Pacheco
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